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Cómo prevenir y tratar los abscesos (acumulación de pus)

Los abscesos son una respuesta del cuerpo ante infecciones. Evita tocarlos y aplica compresas tibias. Si persisten, el médico puede drenarlos y recetar antibióticos. Los niños son más propensos debido a la falta de cuidado en heridas. Pueden formarse en la piel, dientes o internamente, causando dolor y fiebre. El tratamiento en casa incluye compresas tibias y evitar compartir objetos. Si no mejora, llama al médico para drenarlo y recetar antibióticos. La prevención incluye una buena higiene y enseñar a lavarse las manos correctamente.

Formación y Características de los Abscesos

Los abscesos son una forma que tiene el cuerpo de intentar curarse de una infección. Para tratar un acceso, hay que evitar tocárselo y utilizar compresas tibias. Si no se cura con este tratamiento o si empeora, es posible que el médico lo tenga que drenar y/o que recete antibióticos.  

Los abscesos se forman cuando las bacterias, hongos u otros gérmenes entran en el cuerpo y provocan una infección. Para combatirla, el sistema inmunitario envía glóbulos blancos, y estos glóbulos blancos, junto con otras sustancias de desecho, se amontonan en la herida y forman pus. Cuando este se acumula, es posible que no drene y que el área empiece a doler. 

Los niños son propensos a tener abscesos porque es menos probable que se limpien bien y que se cuiden los cortes y otros tipos de heridas. Los desechos que quedan atrapados dentro de la herida, como la arena o las fibras de ropa, también pueden provocar abscesos, al igual que los folículos pilosos irritados.  

Los abscesos se pueden desarrollar en la capa más superficial de la piel, debajo de la piel, en un diente o incluso en lo más profundo del cuerpo. En la superficie de la piel, un absceso se puede parecer a una herida no curada o un grano; debajo de la piel, puede aparecer como un bulto inflamado. El área puede doler y ser sensible. En los casos más graves, la infección puede provocar fiebre y escalofríos. 

Tratamiento de los abscesos

Evita que tu hijo toque, apriete, pellizque o reviente el absceso, porque podría propagar la infección a otras partes más profundas del cuerpo, lo que empeoraría la situación. Impide que tu hijo comparta ropa, paños, toallas, sábanas ni cualquier otra cosa que pueda haber entrado en contacto con el absceso. 

Para ayudar a que el absceso se abra y drene bien, intenta aplicar compresas tibias sobre él. Puedes fabricar una compresa mojando una toalla en agua tibia (no caliente) y colocándola sobre el absceso durante varios minutos. Hazlo varias veces al día. Lávate siempre las manos antes y después de tocar el absceso. 

Llama al médico si el absceso de tu hijo no se cura después de haberlo tratado en casa, le duele más, se le hincha más y/o se le pone más rojo, aparecen manchas rojas alrededor de la zona infectada, tu hijo tiene fiebre o escalofríos, se encuentra peor de repente o se siente más cansado. 

El médico explorará el absceso para decidir si es necesario drenarlo. Lo haría administrando anestesia local y haciendo un pequeño corte para que fuera saliendo el pus. Si tu hijo se somete a este procedimiento, asegúrate de seguir las instrucciones de limpieza y vendaje de la herida. Es posible que el médico le recete un antibiótico, en forma de jarabe o de comprimidos, para tratar la infección. 

Te debes asegurar de que el niño completa el tratamiento, incluso aunque empiece a encontrarse mejor antes de acabarlo. Llama al médico si la herida no se empieza a curar al cabo de pocos días o si se reactiva.     

Prevención 

Llevar una buena higiene personal es la mejor forma de evitar las infecciones. Mantén todos los cortes y heridas limpios, secos y cubiertos con un vendaje para protegerlos de los gérmenes. 

Enseña a tu hijo lavarse las manos a menudo y a conciencia, utilizando agua y jabón durante un mínimo de 20 segundos seguidos.  

Fuente: www.escolasalut.sjdhospitalbarcelona.org

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