¿Cómo podemos definir el color beige?
Es el rey de la calma, del estilo natural, de la calidez, de la sensación de espacio, de la luminosidad. Es el marco ideal para muchos estilos y materiales. En resumen, es un dechado de virtudes, un todoterreno decorativo. Pero bajo este nombre caben muchos matices de tonos que van cambiando sutilmente con la luz y las tendencias, pero que podríamos decir que recorren desde el marrón clarito al crema.
Y también caben muchos nombres que lo han ido adaptando a épocas, estilos y modas: castaño claro, blanco roto, crudo, topo, arena… En cualquier caso, siempre es un buen telón de fondo para muchas escenas diferentes.
¿Por qué nos gusta este color?
El neutro elegante. El beige es un color versátil que encaja en cualquier estancia en la que se quiera un extra de calidez y armonía. Y su gran cantidad de matices –desde blanco sucio a ocre anaranjado, pasando por un castaño claro– hace que combine perfectamente muchísimas tonalidades, también neutras.
Origen
Esta curiosa palabra procede del francés, que significa ‘sin teñir’. Y es que el referente original de este color era la lana original sin teñir. Si tuviéramos que definirlo podríamos decir que es un naranja muy muy claro, con una saturación muy débil.
La innegable calidez
El beige en las paredes será un éxito, pero también si lo utilizas en la tapicería del sofá. Y no falla si empleas ambos consejos, como se ha hecho en este salón. Mientras que para las paredes se ha elegido un beige con un matiz más oscuro, el sofá luce un blanco roto que se acerca peligrosamente al beige.
Beige: elegancia y simplicidad
Esta tonalidad, siempre de moda, destaca por la sensación de acogimiento que ofrece, calentando los ambientes con su simple presencia. Incluso, si se emplea solo en los textiles decorativos. De hecho, en cortinas y cojines es un color que siempre acierta. Se trata de una alternativa perfecta al color blanco y, en sus tonalidades más suaves, es uno de los favoritos para salones atemporales.
Fuente: www.elmueble.com