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Clásicos de verano que son y serán imprescindibles en cualquier año


Una falda wrap

Con permiso de los vestidos wrap, las faldas cruzadas se han convertido en un básico de armario estival: son la alternativa perfecta a la pieza ideada por Diane von Furstenberg y permiten mayores posibilidades de combinación según las prendas y complementos que orbiten a su alrededor. No debería tenerse miedo al efecto pareo, ya que a pesar de ser más relevante aquí y ahora, es una silueta que no caduca.

Unas alpargatas

Quizás sea por la actual reivindicación de la artesanía y todo aquello que respire, en cierto modo, el hecho a mano; por la conexión con enclaves alejados de la ciudad (con su consiguiente encanto) o por su comodidad, o quizás por todas esas razones juntas y alguna que otra que quedará inevitablemente fuera. La cuestión es que las alpargatas son un tipo de zapato que se mantiene verano tras verano en los armarios y sabiendo recubrirse cada año de una nueva pátina de deseo que provoca que incluso pisen el asfalto. El color, mejor neutro, y la silueta, clásica.

Un vestido blanco

Piezas que encapsulen el verano hay varias (probablemente, todas las de esta lista), pero si hay que escoger una, esa podría ser el vestido blanco. Pero no uno cualquiera, sino uno muy concreto: largo, amplio y de tirantes finos. Ese podría ser el retrato robot de una prenda inamovible de los armarios estivales y versátil hasta decir basta. 

Un cesto o capazo

Desde hace un tiempo, los cestos y capazos se erigieron como el bolso negro de verano, permitiendo así que uno de los accesorios más universales tenga un merecido descanso y, de paso, recordar las bondades que otros colores y texturas pueden hacer un por un look. Las formas tradicionales nunca fallan, pero la tendencia ha evolucionado tanto que ahora mismo es posible encontrar mil y una siluetas con detalles de todo tipo, incluidos los que perfilan (y protegen) las asas.

Unas sandalias de tiras finas

Y largas, muy largas, tanto que incluso pudiesen trepar por la pierna. Sin embargo, lo mejor es mantener las tiras alrededor del tobillo, para garantizar la atemporalidad del look. Cuanto más finas sean las tiras, mejor, y si en vez de colores llamativos están teñidas por un tono que se asemeje al de la piel de cada cual, se consigue alargar visualmente la silueta. ¿Un último plus? Van con absolutamente todo, incluidos vaqueros.

Unos vaqueros blancos

Si se han escrito muchas líneas al respecto de cómo llevar vaqueros blancos en invierno, es porque se siguen considerando una pieza puramente primaveral y estival. Y así es. El tono consigue aligerar el peso del denim y ofrecer un aire renovado a los estilismos más sencillos, como los que incluyen camisetas y un puñado de accesorios clásicos. 

Una falda de flores

Como sucede con la falda cruzada, la falda de flores es la alternativa perfecta para quienes están (un poco) cansadas de los vestidos de flores que parecen emerger cada verano. Tiene las mismas ventajas que el anterior en cuanto a estampados y ligereza, pero cuenta con la ventaja de resultar más polivalente, pudiendo cambiar su intención según cómo se combine. Vaya, que lo mismo funciona con zapatillas y camisetas blancas que con jerséis negros y sandalias de tacón sensato.

Una prenda de lino

Es el cashmere del verano, ese tejido que resulta perfecto para la estación y que, además, en los últimos años se ha ido revalorizando a nivel visual, hasta tal punto que las camisas de seda han dejado paso a las de lino en materia de elegancia. Precisamente por eso, una camisa es un territorio seguro por el que moverse, pero cualquier otra pieza también funcionaría, como un blazer (una manera muy sencilla de aligerarlos y adecuarlos a la temporada), unos shorts sastre o un vestido tipo camisero.

Una camiseta de rayas

Aquí también podría haber aparecido una camiseta blanca, pero en esta ocasión se va a sacrificar parte del espíritu minimal para aumentar la intención de diversión, sin que por ello se merme la infalibilidad. Porque sí, una camiseta de rayas es tan efectiva como una blanca, pero más efectista, especialmente si las rayas azules se combinan con otras en colores como el rojo, el negro u otro tipo de azul. Como servir, sirven incluso para estilismos más formales. Al fin y al cabo, es un clásico.

Un vestido con escote a la espalda

Quizás no sería una de las primeras piezas que se pensaría para un armario cápsula y, sin embargo, se trata de un clásico de verano indiscutible: en cuanto suben las temperaturas, la zona de la espalda se abre y decora con lazos, tiras y cruces de todo tipo. ¿Lo bueno? Que crea un look redondo en un minuto, ya que no necesita de grandes aderezos. Si se escoge en un color neutro, se aumenta la durabilidad de la pieza.





Fuente: www.vogue.es

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